30 de enero de 2015

OPINIÓN: El precio del petróleo bien merece el silencio de Obama

Nota del editor: Pedro Javier Cobo Pulido es profesor de Estudios Internacionales y Estudios generales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y analista de temas sobre Medio Oriente. Actualmente tiene en imprenta el libro "Theodor Herzl. El origen del Estado de Israel". Las opiniones expresadas en este artículo corresponden exclusivamente a Pedro Cobo Pulido.
 Michelle Obama fue duramente criticada por la prensa saudí en su reciente visita a Riad por no llevar velo.
La “desvelada” de Michelle dio un mensaje claro en favor de los derechos de las mujeres, apoyando así la agenda, que el mismo Obama confesó tener poco antes del viaje, a favor de los derechos humanos en el país saudí: “estamos ejerciendo una presión constante y consistente”.
Quizá sea cierto, pero tengo mis dudas. Me remonto al 20 de mayo de 2011, cuando Obama dio su discurso sobre la Primavera Árabe. Fue el Obama de siempre, seguro, certero, con dominio del lenguaje y del público. Obama encandila cuando habla. Es un encantador de serpientes. Obama se mostraba dispuesto a apoyar a los manifestantes en los países árabes que pedían democracia. Habla de las libertades: de expresión, de conciencia, de religión, igualdad de la mujer. Decía que Estados Unidos no estaba dispuesto a permitir la intolerancia. Siria, Egipto y otros países pasaban por sus labios y les pedía a los gobernantes que respetaran los derechos humanos.

             

Pero no, Arabia Saudita no apareció en su discurso. Parece que allí no hace falta la democracia, ni la libertad de expresión, ni de religión, ni la igualdad de hombre y mujer. Los intereses petroleros son demasiado fuertes desde que el 14 de febrero de 1945 (casualmente se cumplirán 70 años en unos días) Roosevelt se entrevistó con el primer rey de Arabia Saudita, Abdulaziz Ibn Saud, y ambos llegaron a suculentos acuerdos acerca de cómo explotar el oro negro y su exportación a Estados Unidos.

Y aunque ha disminuido mucho la importación de crudo desde el país árabe a Estados Unidos, todavía Arabia Saudita sigue siendo uno de sus principales abastecedores.
Desde entonces hasta la fecha no solo hay intereses petroleros, sino que además decenas de miles de saudíes tienen casa e inversiones multimillonarias en Estados Unidos. Los intereses economómicos son demasiado fuertes para estropearlos por la cuestión de los derechos humanos. Por eso ha sido inusual que un gobierno estadounidense haga reclamos públicos a los saudíes en el ese importantísimo tema. Sí, es cierto que la nombró en su famoso discurso de El Cairo.

           
“De hecho, la fe nos debe unir. Por eso estamos forjando proyectos de servicio en Estados Unidos que reúnan a cristianos, musulmanes y judíos. Por eso acogemos los esfuerzos como el Diálogo Interreligioso del rey Abdalá de Arabia Saudita y el liderazgo de Turquía en la Alianza de Civilizaciones”, dijo.
El que Arabia Saudita lidere un proyecto de alianza de las civilizaciones es lo más paradójico que pueda suceder. Es uno de los países junto a Corea del Norte donde los derechos humanos son más violados. Donde la mujer es discriminada, donde no existe ni una sola iglesia cristiana, donde el tener una Biblia o un libro religioso distinto del Corán te puede llevar a la cárcel, donde una crítica al clero puede acarrear mil latigazos y diez años de cárcel.
Arabia Saudita es un país donde impera una de las versiones más extremistas del Islam, el wahabismo, que no reconoce la igualdad entre hombre y mujer y entre musulmán y no musulmán.
Pero Obama no solo no dice nada cuando anima a los países de Oriente Medio a sumarse a la corriente democrática sino que, paradojas de la vida, lo alaba por liderar una alianza de civilizaciones. Precisamente un país que dedica miles de millones en difundir su versión extremista del islam.
Y eso no lo digo yo; lo dicen los propios musulmanes: “La historia del extremismo empieza en las sociedades musulmanas; con su apoyo y silencio el extremismo se ha convertido en terrorismo que lastima a gente en todo el mundo. No tiene ningún valor que los franceses, que son las víctimas, tomen las calles para condenar los crímenes recientes. Lo que se necesita es que las comunidades islámicas repudien el crimen de París y el extremismo en general”. Eso lo afirmaba el periodista saudí Abd Al Rahman Al-Rashed en Al-Shara Al-Awsat
Sí, lo sabemos bien. En muchos países musulmanes se persigue a los cristianos. Arabia Saudita es uno de ellos. Camille Eid, experto en iglesias de Oriente Medio y profesor de la Universidad de Milán, afirmó que "tenía miedo de felicitar por Pascua y Navidad incluso por teléfono porque temía que alguien pudiera estar escuchando".
Pues bien, no parece que en las escuelas ni en las mezquita saudíes se critique el extremismo ni tampoco parece que se haga desde el mismo trono. Según la prestigiosa revista Foreign Policy, el actual rey Salman ha sido uno de los mayores propulsores del yihadismo fuera de su país (hasta este momento no parece que el rey Salman haya desmentido ni confirmado tan grave acusación).
Obama no habla, 'Realpolitik' manda, y Michelle Obama tampoco. Pero Michelle no tiene culpa. En la sociedad saudí la mujer cuenta poco. En su reciente visita,los miembros del gobierno ni la miraron no está permitido según la estricta etiqueta wahabita mirar a una mujer que no es la propia— aunque se saltó el protocolo y las leyes islámicas al estrechar la mano del rey saudí.
Irán, Corea del Norte y Siria eran el Eje del Mal. Sin embargo, Arabia Saudita, con descabezamientos públicos, apedreamientos de adúlteras y total discriminación de las mujeres, es un país amigo de los presidentes estadounidense. No en vano es el segundo mayor productor mundial de crudo y desempeña un papel clave a la hora de fijar los precios globales. El petróleo bien merece callar.

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