4 de septiembre de 2015

EEUU: El dilema de los trenes que transportan petróleo


FILADELFIA (AP) -- Pasan junto a escuelas, viviendas y comercios en decenas de ciudades de todo el país: trenes de 100 vagones repletos de crudo del centro-norte del país.

Si bien los trenes transportan materiales peligrosos por zonas congestionadas desde hace tiempo, las ciudades de Estados Unidos se están afanando por formular planes de emergencia y por entrenar a los bomberos en el combate de una nueva amenaza: el transporte del crudo se ha multiplicado por 50 en tiempos recientes y hay quienes dicen que millones de personas que viven o trabajan cerca de las vías férreas corren peligro de sufrir las consecuencias de descarrilamientos, incendios y explosiones.

Luego de una serie de aparatosos accidentes, la Associated Press realizó un estudio del estado de cosas en once ciudades que reciben cientos de vagones cisterna todas las semanas y comprobó distintos grados de preparación para accidentes. Algunas tienen planes específicos para este tipo de incidentes, otras no. Algunos departamentos de bomberos capacitan a su personal en la lucha contra desastres relacionados con los trenes petroleros, mientras que otras dicen que están preparándose para hacerlo. Algunas ciudades cuentan con grandes reservas de espuma para combatir el fuego, en tanto que otras tienen cantidades limitadas.

La AP analizó los programas de manejo de emergencias de Chicago, Filadelfia, Seattle, Cleveland, Minneapolis, Milwaukee, Pittsburgh, Nueva Orleáns, Sacramento (California), Newark (Nueva Jersey) y Buffalo (estado de Nueva York), y llegó a la conclusión de que todavía se está trabajando en los planes de emergencia a pesar de que el crudo es hoy el material peligroso más transportado en trenes. Se calcula que el año pasado circularon 500.000 vagones cisterna, comparado con los 9.500 del 2008.

"Podría haber muchísimos muertos en caso de un descarrilamiento, un derrame o un incendio cerca de una zona muy poblada o de algún evento", declaró Wayne Senter, director ejecutivo de la asociación de jefes de departamentos de bomberos del estado de Washington. "Es algo que no nos deja dormir".

El petróleo proviene de la prolífica Bakken Shale de Dakota del Norte, una formación rocosa subterránea donde el fracking y las perforaciones horizontales permiten a las empresas extraer petróleo de sectores hasta hace poco inaccesibles.

El boom en la producción de crudo ha hecho que los trenes petroleros sean hoy algo cotidiano en ciudades como Filadelfia, donde pasan junto a varios hospitales grandes, incluido uno de niños. En Seattle pasan cerca de los estadios de los Seahawks y los Marineros entes de ingresar a un túnel construido hace 110 años en pleno centro de la ciudad. En Chicago, pasan pegado a grandes edificios de departamentos, a una de las principales carreteras y al estadio de los Medias Blancas.

Con el incremento en la cantidad de petróleo transportado, aumentan los riesgos de accidentes catastróficos. Un análisis del Departamento de Transportes del 2014 indicó que es de esperar que se produzca algún accidente y que este tipo de desastres pueden causar más de 200 muertos y daños por valor de 6.000 millones de dólares.

Hace dos años hubo un accidente que demostró lo grave que pueden resultar estos episodios incluso en una ciudad pequeña como Lac-Megantic, en Quebec: parte de la ciudad fue destruida y fallecieron 47 personas.

Ha habido al menos seis descarrilamientos de trenes petroleros en zonas escasamente pobladas en Estados Unidos y Canadá este año. En la mayoría hubo incendios, pero no muertos.

Varios trenes recorren Chicago todos los días y Tony Phillips está consciente de los peligros que representan.

"Si hubiese un accidente aquí, no quedaría nada", expresó este pintor de 77 años que vive con su esposa en lo que supo ser una fábrica en el barrio de Pilsen y que sufre cada vez que pasa uno de esos trenes inacabables, que se extienden por más de un kilómetro y medio (una milla).

Phillips sabe que las posibilidades de que haya un accidente frente a su edificio son remotas. Pero cuando escucha el estruendo de los vagones, "me estremezco un poco", señaló. "Es como si se acercase un fantasma con un tremendo potencial destructivo".

Las ciudades han respondido a esta nueva amenaza con distintos sentidos de urgencia. Milwaukee, por ejemplo, ofreció capacitación básica en el manejo de accidentes relacionados con los trenes de petróleo a más de 800 bomberos, envió a su unidad especializada en el combate de incendios con materiales peligrosos a Colorado para cursos de capacitación y hay reuniones periódicas entre representantes de los bomberos y las autoridades ferroviarias. Pittsburgh, en cambio, dice que por ahora no ha habido capacitación alguna de los bomberos ni reuniones con ejecutivos ferroviarios, pero que está preparando planes de contingencia.

A nivel federal, hay nuevas normas que buscan reducir las posibilidades de descarrilamientos catastróficos, incluidos límites de velocidad en las ciudades, la instalación de sistemas de frenos electrónicos y el requisito de que se comiencen a usar vagones más confiables a partir del 2018.

La industria petrolera ha resistido algunas de estas leyes, acudiendo incluso a los tribunales, mientras que en el otro extremo hay quienes dicen que no se está haciendo lo suficiente, aduciendo que se permitirá que sigan funcionando vagones viejos, proclives a sufrir accidentes.

Algunos residentes y activistas se quejan de una supuesta falta de transparencia de parte de la industria ferroviaria, que no ofrece mucha información sobre los recorridos de los trenes petroleros, argumentando razones de competitividad y de seguridad.

La industria ferroviaria, por su parte, sostiene que comparte la información con quienes la necesitan: las personas a cargo del manejo de emergencias. Las municipalidades, por su parte, aseguraron a la AP que colaboran estrechamente con los servicios ferroviarios en la preparación de planes de emergencia.

"Nuestra industria reconoce la preocupación que hay en torno al transporte de este producto. Hemos aumentado las evaluaciones de nuestras operaciones, reducido la velocidad de nuestros trenes, mejorado la tecnología e incrementado las inspecciones. También hemos mejorado mucho nuestra colaboración con los servicios de emergencia", afirmó Ed Greenberg, portavoz de la asociación de ferrocarriles.

La cantidad de descarrilamientos de trenes de carga se redujo a casi la mitad desde el 2004. El año pasado hubo 1.210, comparado con los 2.350 de una década atrás, según estadísticas del gobierno.

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