Mentar su currículum es casi un sacrilegio, nombrar en vano su éxitos no se puede reducir simplemente al número de campeonatos de la NBA que ha alcanzado (cinco), a sus galardones al Jugador Más Valioso de la temporada regular (2008), o de la Finales (2009 y 2010), a sus 16 Juegos de las Estrellas, sus dos medallas de oro Olímpicas. Todo eso es una mera consecución de muchos factores, demasiados, que le convierten en uno de los mejores jugadores de la historia de la liga. Con mayúsculas.
Su nombre, coreado por tribunas varias, retumba en las entrañas de estadios varios. Lo saben los periodistas que viajan con el equipo y aquellos que no perdemos detalle desde nuestros hogares de los juegos que los Lakers juegan lejos del Staples Center. Esas dos palabras suenan demasiado como para que pasen desapercibidas. El 'MVP, MVP' no es cosa solamente de los aficionados que pueblan el Staples, también es pronunciada por aquellos que quedaron prendados por el 'Showtime' de los Lakers, o los que se enfundan la playera púrpura y oro por su predilección y fidelidad a la Mamba Negra.
Mientras tanto, Kobe sigue a lo suyo. Agrandando la leyenda, demostrando que es capaz de rejuvenecer sus 36 años de edad, sus 19 temporadas en la NBA; dejando claro que su capacidad para rehacerse de dos lesiones graves (tendón de Aquiles y fractura en la rodilla) no tiene límites. Él mismo ha quedado impresionado por el nivel que está mostrando en su retorno después de casi dos años inactivo, de una temporada pasada en la que tan solo jugó seis partidos.
Y su regreso está siendo agradecido. No sólo porque ostente el primer puesto de máximos anotadores de la NBA con alrededor de 26 puntos por juego y por delante de pulsos tan aclamados como los de James Harden, LeBron James o Anthony Davis; ni la reducción de su salsa se limita, aunque la engrandece, a esos 99 puntos que le restan para superar a Michael Jordan (32,293 unidades) en la tercera posición de máximos anotadores históricos o a haberse erigido como el primer jugador en alcanzar más de 30,000 puntos y 6,000 asistencias, algo que consiguió ante Raptors de Toronto.
Lo que sucede con Kobe es que es capaz de sacrificarlo todo para ser el mejor. Su condición física (además de sus casi 36 minutos por juego, viene de jugar dos al hilo ante Pistons de Detroit -33 minutos- y Washington Wizards -34 minutos-). En la derrota ante los Wizards se le notó cansado y algunas fuentes externas a los Lakers mencionaron que podría sufrir un proceso gripal, algo que no fue confirmado por la franquicia.
Lo que sí confirmó el mismo Kobe es que estuvo cansado en la segunda mitad del juego. Su balance de 0-7 en lanzamientos de campo fue una extensión de la cantidad de minutos que está participando. Sin embargo, lejos de achantarse, continúa intentando ser el catalizador de la ofensiva de su equipo en los momentos finales. Desafortunadamente las cosas no le salieron, ni a él ni a sus compañeros, en los dos minutos anteriores a la bocina final ante Washington. Un balance de 0-14 mermó las esperanzas de unos Lakers que se mantuvieron pegados al marcador hasta ese momento.
Son esas las razones que motivan a los seguidores de Kobe, el buen hacer, el mal hacer con carácter; el hecho de seguir atado a su básquetbol, a sus registros. Por lo que les ha dado y por lo que les da, por eso le adoran, le adulan y le alientan en tantas canchas.
Pero no todas, veremos cómo se le recibe en Boston, cuando este viernes los Lakers se midan a los Celtics.
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