Afirmar que a Lionel Messi o a Cristiano Ronaldo les falta algo como futbolistas parece casi perverso.
Son los dos tornados gemelos del fútbol actual, persiguiéndose uno al otro en una carrera armamentista estadística, rompiendo récords, haciendo que lo imposible parezca mundano.
Pero al participar por tercera vez en una Copa del Mundo, queda una sensación de insuficiencia, de una cumbre final que aún deben alcanzar.
¿Qué separa al argentino y al portugués de la inmortalidad futbolística?
No son goles, ni títulos, ni galardones individuales.
Por esos parámetros, ambos están a la altura de Pelé y Maradona, y se puede decir que superan a Zinedine Zidane y Johan Cruyff.
Lo que les falta es un Mundial: no un magnífico gol en solitario, ni una sola gran victoria, pero sí un torneo que dominen y definan.
Diego Maradona lo logró al guiar a Argentina hacia el título en 1986. Pelé quizá lo hizo dos veces, como punta de lanza en 1958 y como la encarnación de la brillantez de su equipo 12 años después.
Incluso en la derrota, Cruyff (1974) y Roberto Baggio (1994), se adueñaron del torneo.
Este es el poder de una Copa del Mundo. Se transforman reputaciones. Los legados se bañan en oro.
"México cambió mi vida, literalmente," dice el exdelantero inglés Gary Lineker, cuyos seis goles le valieron la Bota de Oro en 1986.
"Hizo una enorme diferencia para mí. Un jugador que pasa de no estar seguro de la titularidad a de repente, después de la Copa del Mundo, ser reconocido por todo el mundo donde quiera que fuera".
A nivel de clubes, Messi y Ronaldo lograron mucho más que Lineker. Entre los dos tienen cinco trofeos de la Liga de Campeones y los últimos seis premios Balón de Oro.
A diferencia de Lineker ya son superestrellas mundiales. Sin embargo, a diferencia del exdelantero inglés, o su sucesor en la Bota de Oro, el italiano Salvatore Schillaci, carecen de ese logro.
Por el momento de la carrera en la que están, en una edad (Messi cumplirá 27 durante el Mundial y Ronaldo tiene 29) en la que el ritmo y la influencia todavía no están por desaparecer, nunca tendrán una mejor oportunidad.
En 571 minutos jugados en dos Mundiales, Messi anotó un solo gol. En 754 minutos, Ronaldo convirtió dos.
Para poner esto en contexto, Pelé terminó con 12 y el brasileño Ronaldo, 15.
"Para los verdaderos grandes de todos los tiempos, uno tiene que hacerse un nombre por sí mismo en un Mundial, si tienes la suerte de haber nacido en un país donde se pueda", dice Lineker.
"Si eres un gran jugador de un país como Argentina, Italia, Alemania o Inglaterra tienes que demostrarlo en un Mundial. No necesariamente ganarlo, sino ser uno de los grandes de ese torneo".
"Es probablemente la única cosa en contra de Messi en este momento cuando se lo compara con Pelé y Maradona. Él no tiene ese Mundial, pero tampoco lo tenía Maradona hasta que llegó a esta etapa de su carrera. Quizá Messi ahora haga lo mismo", agrega.
En cierto modo es un criterio cruel. Por definición, las Copas del Mundo son sólo una medida periódica de grandeza.
A algunos de los mejores jugadores en la historia se les ha negado la oportunidad de mostrarse en un Mundial, ya sea por su nacionalidad (George Best, Alfredo di Stefano, George Weah), por lesiones e insultos (Bernd Schuster) o por la tragedia (Duncan Edwards, Valentino Mazzola).
En el siglo XXI hay un debate sobre si la Liga de Campeones es un indicador más preciso de la influencia de una superestrella: más partidos, presión más sostenida, y un nivel de competencia superior y más consistente.
Messi la ganó tres veces, Ronaldo dos con dos clubes diferentes. En cada triunfo, cada uno jugó un papel fundamental, ambos marcaron goles claves en dos finales diferentes.
No son logros que muchos alcancen.
También hay un exceso de familiaridad por la saturación de los medios de comunicación. Muy pocos han visto a Pelé en vivo, ya sea en persona o en televisión. Incluso a Maradona fundamentalmente lo conocemos por Mundiales y compilaciones en video.
"Messi devolvería todo los títulos ganados en Barcelona por ganar un Mundial"
Osvaldo Ardiles, exjugador de Argentina
Uno puede ver a Ronaldo y Messi cada semana y casi en en cualquier momento.
¿Ha eliminado esto el aura de intocables que los rodea? ¿Asociamos a Pelé con el genio porque cuando se habla de "los mejores" no incluimos las actuaciones regulares?
La advertencia más utilizada por quienes desean contextualizar las notables hazañas goleadoras de Messi y Ronaldo aseguran que el valor de La Liga española está devaluada en parte por el dominio financiero de Barcelona y Real Madrid y, por ende, por la supremacía sobre el campo.
En cuyo caso, los 1.283 goles de Pelé en 1.366 partidos con el Santos, Brasil y Nueva York Cosmos son el equivalente de las antiguas monedas de cobre, algunos invaluables, otros (como los conseguidos en amistosos y exhibiciones), casi no tienen valor.
¿Eran las defensas que enfrentó Pelé tan organizadas y estaban tan en forma como las que enfrentan Messi y Ronaldo? ¿Pueden ellos dos demostrar su magia con más facilidad que el golpeado Maradona?
Por eso es que volvemos a la Copa del Mundo. Sólo se puede juzgar a un hombre en su contexto histórico. Pelé y Maradona se adueñaron de sus torneos.
"Messi devolvería todo los títulos ganados en Barcelona por ganar un Mundial", dice el argentino Osvaldo Ardiles, campeón mundial en 1978.
Para Ronaldo, capitán de su país, dominante en la clasificación (convirtió los cuatro goles de Portugal en el repechaje ante Suecia), con 29 años y 110 presentaciones con su selección, ahora es el momento, no en 2018.
Para Messi, menos adorado en casa que Maradona o incluso Carlos Tevez, el entrenador de Argentina Alejandro Sabella ha construido el equipo alrededor suyo de una manera que su predecesor en 2010, Maradona, nunca lo hizo.
Y con el torneo organizado por el eterno rival de su país, hay una historia de fondo perfecta.
Sólo uno, por supuesto, podrá llevarse la copa.
Si alguno lo consigue, podría ser suficiente para inclinar la balanza en el eterno debate sobre quién es superior.
Es lo que puede hacer un Mundial: completar carreras, coronar reyes.
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