La misma palabra “color”, que denota la sensación que produce la luz al impresionar la vista, viene del latín, ‘color’, y no es de sorprender que de la lengua madre salgan también sus designaciones.
Pero hay alguna sorpresa, porque si bien la mayoría viene del latín, hay tres que tienen otras procedencias.
Empecemos por los colores cuyo nombre proviene del latín.
El negro viene de la palabra latina ‘níger’’. El rojo, que el Diccionario define como un color de un encarnado muy vivo, deriva del latín ‘russus’. El amarillo, que se presenta como una tonalidad semejante a la del oro, procede del latín ‘amarellus’, de ‘amarus’, amargo. Y el verde, como el de la hierba o la esmeralda, toma su nombre del latín ‘víridis’.
Otro que proviene del latín, pero pasando por otro idioma es el violeta. El “color morado, parecido al de la flor violeta”, según el Diccionario, se presenta como diminutivo de ‘viola’ y este del provenzal ‘viula’, aunque este término procede a su vez del latín ‘vitula’. Según el filólogo del siglo XIX Friedich Diez, ‘vitula’ viene de ‘vitulari’, que significaba saltar.
¿Y cuáles son los tres de otras procedencias distintas del latín?
Blanco, el color de la luz solar cuando no está descompuesta en toda la gama del espectro, proviene del germánico ‘blank’, que según etimologias.dechile.net era como los teutones llamaban a sus caballos más claros. ‘Blank’ proviene de ‘blinken’, brillar.
Y azul y anaranjado vienen nada menos que del sánscrito. El azul, como el cielo despejado, no tiene una etimología tan precisa como la de los demás. El Dicionario conjetura que proviene del árabe ‘lazaward’, este del persa ‘lagvard’ y en última instancia del sánscrito ‘rajavarta’, rizo del rey. Y anaranjado o naranja viene del árabe ‘narang’, este del persa ‘narang’ y finalmente del sánscrito ‘naranga’.
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